Mittwoch, 14. März 2007

Strauss: Capriccio

Capriccio de Strauss tiene con seguridad uno de los libretos más pedantes jamás escritos.
La Ópera no tiene argumento; se trata de una conversación de unas dos horas de duración entre las siguientes personas:

- Gräfin Madeleine: esta tía es una auténtica pedorra, una pesada que se las da de lista; es inexplicable que todos estén tan loquitos por ella. Madeleine es el centro de la fiesta y de la ópera; es su cumpleaños y de su suprema sabiduría se espera la solución al dilema de la velada: música o poesía?... no es de extrañar que se considere que este papel le iba como anillo al dedo a Frau Schwarzkopf, a la que se le atribuyen popularmente el engreimiento y la altivez, lo mismo que a esta condesa,... pero nosotros bien sabemos que Elisabeth era una cachonda.

- el músico Flamand y el poeta Olivier: está bien claro que la condesa prefiere a Flamand, pero no se decide por ninguno; bien es sabido que al final se cita con los dos en la biblioteca. Y mejor así, porque éstos no hacen ni por medio tío los dos juntos, no podría decir cuál me parece más mariquita.

- La Roche: es el director teatral, ni pincha ni corta.

- Clairon, la actriz... es una mujer emancipada y segurísima de si misma, de vuelta de todo... pedazo de bollera como la copa de un pino, señores: menudo tiarrón. Es que ya su entrada es de traca, y después no para... si hasta le tira los tejos a la condesa, cuando, antes de despedirse, le dice con muchísima intención que en su salón el tiempo no transcurre!

- Der Graf: con decir que está enamorado de Clairon lo digo todo; tonto y ciego, el conde debería juntarse con Flamand y Olivier y dejar a Clairon con su hermana; seguro que así todos se lo pasarían mejor; éste sí sería un final feliz!

Uno tiene que imaginarse Capriccio casi como una peli de Woody Allen: la condesa es Diane Keaton que charla en una fiesta en una terraza en Manhattan animadísimamente sobre Rilke y otros filósofos y poetas alemanes, con Woody (el escritor, al final se queda sin la chica, claro) y Alan Alda (el músico, mucho más atractivo y con más labia, solo escucha por cortesía, lo único que quiere es cepillarse a Diane, le dan igual el Geist y el Zeitgeist). Todos encuentran las ocurrencias de Diane acertadísimas, incluso la famosa actriz teatral interpretada por Dianne Wiest, con la que Diane ha tenido un romance, porque como bien es sabido, no hay neoyorkina que se precie que no haya gozado el amor lésbico.

A pesar de que todo es un artificio sin pies ni cabeza (o tal vez por eso) Capriccio es una de mis óperas favoritas. La música es de principio a fin bellísima, y todos los papeles están muy bien escritos y equilibrados en la trama, el papel de la condesa es un bombón con esa magnífica escena final. Que el propio Hofmannsthal tiene una visión irónica de estos personajes se hace evidente en la escena en la que los sirvientes se burlan de sus amos, antes de la famosa aria de la condesa. El sexteto que abre la acción es una maravillosa miniatura.

Esta grabación con Frau Schwarzkopf, Fischer-Dieskau, Wächter, Gedda, Hotter y Ludwig, además de estar insuperada es el quién es quién de la escena operística alemana de los años 50. El paradigma de la marca Legge.

1 Kommentar:

Anonym hat gesagt…

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